Junio de 2018
POEMA DE LAURA CALVO En la Feria Internacional del Libro del corriente año, se presentó Poesía Río Negro, Antología Consultada y Comentada, Volumen 1, editada por el FER (Fondo Editorial Rionegrino) compilada por el escritor Raúl Artola, con un estudio preliminar de la profesora Mónica Larrañaga e ilustraciones de Yoko Nakamura. Participan en este primer volumen veintitrés poetas rionegrinos nacidos hasta 1965. El segundo, que incluirá a los más jóvenes, se encuentra en proceso de preparación. El trabajo sobre cada uno de los poetas antologados implicó una valoración conceptual por parte de los alumnos avanzados de la carrera de Letras de la Universidad Nacional del Comahue, profesores y escritores de la región y otros lugares del país y el exterior
"Libri", extenso poema inédito con el que Laura Calvo participa en esta Antología, fue comentado por Gabriela Campos cuyo artículo crítico también publicamos a continuación del poema.
LIBRI
Si no sabes qué es la escritura, pensarás que es cosa fácil;
permíteme entonces que te diga, si es que quieres saberlo,
que es por el contrario un trabajo muy esforzado: nubla la
vista, obliga a mantener la espalda curvada, comprime el
vientre y aplasta las costillas, castiga los riñones y, en fin,
después de un rato, uno siente todo el cuerpo dolorido [-]
Como marino que toca puerto, el escriba se regocija de
haber alcanzado la última línea. De gratias semper.
Colofón de Silos Beatus
(siglo XII)
La enorme multiplicación de libros, de todas las ramas
del conocimiento, es uno de los mayores males de nuestra época
Edgar Allan Poe
Yo he conocido libros
antiguos como el mundo
asistiendo por turno al nacimiento y a la muerte
libros de poca suerte
-vinchas de pluma contra cascos de hierro-
libros de los que suman
de los que toman prisioneros
filosos como pedreros
en las aristas de las tumbas
libros que sobrevuelan
las montañas más altas
los pueblos más aplastados
empobrecidos y apretujados
libros que dan batalla
a la fuerza de gravedad
abiertos y recorridos
empezando por el final
libros que no dan más
que se enferman y aumentan de peso
útiles para olvidar
la luz opaca de los cuartos
el globo en el cielo raso
la razón del espejo
libros que te condenan
con los pulgares hacia abajo
de rezo, de cabecera
de portafolio
de bolsillo
monótonos como grillos
lustrosos como barniz
como una mano de pintura
tapando las rajaduras
de los tablones del altillo
libros atados con alambre
rojos de remordimiento
acurrucados como huérfanos
en un cómodo profesorado
libros desencajados
pálidos, con ojeras
ociosos en la tarea
que el papel les exige
listos para matar
el poco tiempo disponible
para escapar a la estupidez
a la tristeza, a la vejez
libros que te enfrían los pies
el mentón, las orejas
que se acuestan temprano
y duermen hasta tarde
sobre almohadas mullidas
bajo sauces, palmeras
en la cola del banco
en las salas de espera
de estaciones, dentistas
peluqueros, modistas
terapeutas, parteras
quirománticos, brujas
libros que te palmean
como buenos amigos
que te salvan la vida
y te estructuran las moléculas
que te seducen, te desvisten
hasta violarte por completo
que adelantan parejo
y huyen embistiendo
libros como maridos
de aspecto razonable
repletos de suciedades
en dirección al ordeñadero
libros consuelo de la carne
llenos de luz y de optimismo
inocentes como corderos
sólidos como armaduras
practicando su oficio
con ritmo de serrucho
atentos a los gemidos
del viento y de la lluvia
al agua
en la canaleta
la llave
en la cerradura
libros que se aseguran
la belleza de un golpe
de sílabas copuladas
inflexiones agudas
que opinan como doctores
sobre todos los temas
pero no saben diferenciar
una vaca de un ternero
libros que ordenan:
lee y obedece
gustosos de los remedos
de los epígrafes
de las citas
libros que sucumben al éxito
la prisión, la demencia
el halago, el olvido
libros heroicos no publicados
que sólo después de sentir que han sufrido
pueden hablar de sufrimiento
los dientes clavados
a su propia garganta
foliados, cosidos como un evangelio
maldiciendo escondidos
tras un traje barato
libros que aplastan a sus propias gallinas
y se meten al baño a escribir groserías
y se quedan sin aire
arremangados hasta las rodillas
que tan sólo por rutas
tenebrosas y oscuras
obtienen aquello
a lo que creen tener derecho
libros que se vanaglorian
de sus propios deshechos
sus cortinas cerradas
sus cuartos con candado
que no han aceptado
el término medio
y exaltan lo trágico
como una excepción
libros a punto de recibirse de compendios
con el pelo, la barba y
las uñas crecidas
cuyo único placer es repetir y repetirse
que miran a otro tiempo
porque el de su creación
ha caído vencido
por su propio argumento
libros con complejo de atril:
el lomo encorvado
las yugulares tensas
un milagro de harapos
de hilos enredados
creyendo lo que les cuentan
-sí, sí, sí-
todo lo que les cuentan
libros echados boca abajo
de márgenes irracionales
abiertos sólo a medias
con las puntas dobladas
libros que desempolvan
los huesos de la calavera
el reloj, la mesita
el sofá, la repisa
que tienen miedo de ser vistos
en un sitio cualquiera
parados como prostitutas
en el kiosco de revistas
libros como mujeres
ansiosas de conseguir marido
exaltando virtudes
hasta verse viciosas
libros cuya lista de ocupaciones
es muy larga
que alaban lo que pasó
suspiran por lo que venga
libros que aparentan
pobreza siendo ricos
riqueza
siendo pobres
que guardan, guardan, guardan
y no gastan un cobre
que viven a pan y agua
y crecen en línea recta
libros que no se adaptan
a la violencia de la verdad
al juego osado del contraste
amantes de la monocromía
libros como sinfonías
de cuerdas y ataduras
donde hay algo que se escurre
se inclina hasta derrumbarse
porque no ocurre nada
absolutamente nada
hundidos en las maletas
de vendedores ambulantes
libros silbados por la crítica
sobrepasados por las aguas
de la marea del desorden
libros fachada fin de siglo
empequeñecidos por la altura
del mirador de la pirámide
parásitos de la semilla
que los sustenta y agudiza
de los residuos escondidos
entre las pajas del granero
que ahora
-sólo ahora-
confirman la certeza
de que la mano hace una cosa
y la cabeza
otra distinta
libros que juegan a la escondida
al sapo, a la gallina ciega
y te vendan los ojos
y te levantan la pollera
y se suben a los árboles
y arrojan una piedra
y ya son jefes
todos los siguen
que discuten los precios
parados sobre sus piernas
francotiradores
exhibicionistas
que absorben la vida ajena
y se la cuentan a medio mundo:
asistentes, laboratoristas
product manager generators
auditores, contadores
químicos farmacéuticos
asesores, contratistas
expertos en prevención de riesgos
cajeros, reponedores
encargados de logística
magister, analistas
supervisores de telemarketing
conductores de reparto
diseñadores
paisajistas
libros con poco diálogo
cuyas palabras a la vista
son "tiempo" -por ejemplo-
o "ganancia"
de cuya pasta fangosa y rancia
surge un sustrato que no hiede
detritus purificado
fermentación del hambre
libros de construcción ligera
cuyo proceso dura sólo un verano
y luego son entregados
a la inclemencia del invierno
libros que vomitan la cena
porque en su lista de deseos
figuran muy arriba:
ser delgado-ser bello-ser atractivo-ser amado
libros que dictan
sentencia con el ombligo
comiendo a los hombres vivos
(que es peor que comérselos muertos)
expertos cuya inocencia
negocia con el disimulo
corroborando lo de Propercio:
todo no es apto para todos
que habilitan el crimen
como causa posible
robando sencillamente la palabra secreta
libros que se deslizan en la esfera del sueño
y despiertan con la angustia
de la pesadilla olvidada
intentando escuchar lo que afuera sucede
mientras oyen los ecos de su arrítmica apnea
que meten de contrabando un viento, unos violines
un cello, un pentagrama
porque no importan las palabras
-¿no importan las palabras?-, no
porque son las de siempre
libros desengañados
sobrevivientes de los pogroms
cuyo odio es tan largo como el amor que los sostiene
libros que rechinan los dientes
y se ponen las gafas
peinados raya al medio
al abrigo de la contratapa
sonrientes como rata
que escapó de la trampa
cuya razón es una y simple
desigual y fortuita
libros que se precipitan
que van a la deriva
asombrados de estar todavía con vida
cuyo tono inicial es decididamente alto
con páginas numeradas definitivamente llenas
que intentan en balde resolver los problemas
con las mismas ideas
que los ocasionaron
embriagados de máximas
sufriendo bajo ellas
haciendo del esquema
un perpetuo rectángulo
calculable
constante
pautado
y uniforme
que viven conformes
a su transpiración
exigiendo al lector por favor los atienda
que van, van, van, van
hurgando, ritmeando
ese juego secreto
para luego perderse
en erráticas sendas
que buscan sin cesar, sin éxito otro tema
un tema que devore
todas las horas del trayecto
intentando encontrar
ese claustro en silencio
donde nada se escuche
ni siquiera
su propia
voz
Laura Calvo ©
Todos los derechos reservadosUna temporada en la biblioteca, por Gabriela Campos
"Libri", extenso poema inédito de Laura Calvo, es una suerte de itinerario, un recorrido crítico y agudo por la biblioteca a secas: la biblioteca.
Con un lenguaje directo, sin vueltas, en donde se mezclan apaciblemente las imágenes más cotidianas ("el reloj, la mesita°) con la presenáa de ecos lejanos y ancestrales, una inquieta mirada va recorriendo la biblioteca durante un transcurso que se sostiene a lo largo de los más de trescientos versos que componen el poema.
"Yo he conocido libros antiguos como el rnundo", de esta manera empienza el primer verso de "Libri", y va a seguirle una enorme y minuciosa lista que describe libros y más libros, desde los "de rezo" hasta los "de bolsillo", desde los que "te seducen, te desvisten" hasta los que "huyen embistiendo", desde los que sufren "remordimiento" hasta los que "te palmean como buenos amigos", desde el nacimiento hasta la muerte.
La voz poética, que se pronuncia "yo" sin titubear, instaura un lugar desde el cual observa y relata las lecturas y, al hacerlo, asume la palabra crífica acerca de la literatura.
Con una punzante cadencia que va arrastrando el verso, la mirada que lee cae de una línea a otra, y a la que sigue y a la otra, como en una cascada. Hasta la disposición gráfica de los versos puede recordar la forma del reloj de arena, el continuo y rítmico deslizarse de los diminutos cristales.
Éxodo, cascada, itinerario, como en un laberinto se recorren los libros, se habla de ellos, se abren y se cierran. Pero aquí el libro deja de ser un animai sumiso, un objeto inanimado, clausurado, sólo capaz de dormir verticalmente en el estante de una biblioteca. El libro no es objeto sino sujeto, y toma posición desde el título. Le crece el pelo, la barba, las uñas y transpira. Aquí el libro es puro sujeto, hace y deshace, propone y quita, mata y muere, otorga la vida o la niega. El libro se mete en los rincones del mundo, entre las grietas del alma, pero también entre los pliegues del cuerpo, el libro puede "violarte por cornpleto", y tiene la capacidad de trasponer las fronteras entre el sueño y la vigilia, confundiéndolas. El libro es mundo también, es puerta a otra dimensión, a otros mundos, pero además es cristal por medio del cuai mirar la realidad y mirarse.
Sin embargo, el libro no es todopoderoso, no está completo, hay algo que lo entorpece y hasta lo hace más "humano". Esconde un secreto: su "único placer es repetir y repetirse". Este es el estigma, la tragedia: "buscan sin cesar, sin éxito otro terna". Sobrevuela, entonces, una amenaza de esterilidad en las palabras, que "son las de siernpre". La agudeza de la mirada crítica va calando sin descanso hasta llegar al hueso, traspasa la piel -esas palabras de siempre- y persigue el corazón, la médula, para encontrar, tal vez, un vacío, un sitio vedado para el libro, lo que no puede alcanzar y que no obstante busca infructuosamente: "intentando encontrar ese claustro en silencíol donde nada se escuche/ ni siquieral su propia voz".
Es el silencio poético (que tanto hace recordar también a la poesía de Alejandra Pizamik), el silencio inalcanzable capaz de decir lo que las palabras no pueden. Aquí se instala una profunda reflexión sobre el lenguaje poético, literario.
Con un ritmo inquisidor, la pregunta acecha el verso y va surgiendo en primer plano. Por momentos no hay concesiones, y esa suerte de devaneo que armonizaba las primeras ideas, va quedando supeditada al rotundo sonido que produce el martillo de un juez al dar su veredicto. Todo tiene ahora el sabor de la sentencia.
Ahora es el libro quien está desnudo frente al mundo, y hasta parece oírse, a lo lejos, una risa socarrona que, aunque también desde el desgarro que produce la angustia ante el vacío, se burla buscando la venganza.
Sin embargo, más que proponer respuestas, se lanza el interrogante como una saeta, la inquietud descamada queda resonando como un péndulo que horada profundamente y deja al lector mordiendo las últimas palabras, en endeble equilibrio, al borde del abismo.
Página
realizada por Alejandro C. Calvo
Junio de 2018